De la Libertad
Abruma percibir la absoluta responsabilidad que tenemos sobre lo que acontece en nuestras vidas.
El estudio de la libertad puede ser abordado desde un punto de vista tanto personal, como social, moral y político. A lo largo de la historia ha sido un ideal que ha engendrado enconados desacuerdos, enfrentando a grupos humanos para construir nuevos órdenes sociales. En la columna de hoy nos referiremos a la implicación que la libertad tiene en nuestra salud mental.
En su novela “la Nausea”, Sartre describe un primer concepto de sumo interés: la responsabilidad. El protagonista, observando la raíz de un árbol hundida en la tierra, cobra conciencia absoluta de lo que significa existir. Entiende, por fin, que el mundo no es un lugar que está aparte nuestra. No es un escenario que se enciende o apaga en función de la información que le ofrecen sus sentidos. No, nosotros creamos nuestro mundo. Y lo hacemos de un modo tan intenso que tenemos absoluta responsabilidad sobre todo lo que acontece. Desde los detalles más concretos (con quién me relaciono o dónde vivo) hasta los más generales (el cambio climático o el hambre en el mundo). En todos podemos elegir pasar de perfil o asumir nuestra cuota de responsabilidad (que no culpa). Esa toma de conciencia puede resultar abrumadora y es entonces cuando levantamos defensas que nos permiten rebajar los niveles de angustia. El “desplazamiento de la responsabilidad” es una muy frecuente. ¿Qué puedo hacer yo si…? ¡La culpa la tiene…! Estas y otras frases reflejan un pensamiento pobre que sólo busca sacar balones fuera.
Otras veces cedemos terreno a la compulsividad constituyendo esta una fuerza “superior que nos controla” eludiendo nuestra asunción de responsabilidad. Identificamos también la negación de la responsabilidad en forma de “víctima inocente” o de “pérdida de control”. Si eres el perjudicado o estás fuera de sí quién podría pedirte explicaciones.
Pero esta es sólo una parte del binomio. La otra, llamada voluntad, se constituye en la capacidad que tenemos de elegir y cambiar. Cuando tememos que llegue el momento de tomar una decisión, cuando nos sentimos incapaces de elegir ante una encrucijada estamos sufriendo las consecuencias del miedo atávico a la libertad.
Cabe entonces tomar conciencia progresiva de que el manejo de la libertad puede generar ciertos conflictos existenciales. Asumir nuestra responsabilidad plena es sinónimo de cambio pues como sentencia un proverbio japonés: “saber y no actuar es no saber nada”.
Publicado en Diario de Almería el 03/03/2021
- Publicado en Artículos en prensa, General
Angustia existencial
¿Cómo nos afectan los conflictos que emanan del enfrentamiento del individuo con la existencia?
“¿Llegamos a disipar o a disminuir nuestra angustia? Lo cierto es que no podríamos suprimirla puesto que nosotros mismos somos angustia.” Así consideraba Sartre que los seres humanos nos manejamos frente a los terrores existenciales. Sin tratar de corregir al genio, faltaría, un servidor tiene una visión más optimista del asunto. Pero si arranco la columna con esa sentencia es porque entiendo que la angustia, en sus diferentes versiones, está presente en nuestro aparato mental condicionando el devenir vital.
Cabe preguntarse primero a qué nos referimos con angustia. Tengan en cuenta que no aludimos al ingente decálogo de miedos simples que existen. Tenemos clasificadas la fobia a los espacios cerrados, a los abiertos, a las multitudes, a la soledad, a las arañas, los perros, etc. Pero estos son miedos a situaciones y elementos concretos. Toda vez que se trata la respuesta al estímulo aversivo el individuo respira con alivio.
La angustia sugiere algo mucho más profundo y atávico. Supone un conflicto que emana del enfrentamiento del individuo con los supuestos básicos de la existencia. Siendo estos supuestos las preocupaciones esenciales que forman parte de la existencia del ser humano a su paso por el mundo.
Yalom describe cuatro angustias básicas: la muerte, la libertad, el aislamiento y la carencia del sentido vital.
La primera de ellas, la muerte, surge al enfrentarnos al destino final de todo ser vivo. La tensión que genera el conflicto entre el deseo de seguir siendo y la conciencia de la inevitabilidad de la muerte puede generar diferentes síntomas en nuestra psique.
La libertad, aunque a menudo es asociada a un valor positivo, lleva aparejada la responsabilidad absoluta de decidir. ¿Cuántas veces han deseado no tener que elegir?
El aislamiento como tercera desazón implica la existencia de una barrera infranqueable entre nosotros y el resto del mundo. Con independencia de las relaciones que cultivemos nacemos y morimos solos.
Finalmente nos enfrentamos a la carencia de sentido vital. Si estamos condenados a morir, si debemos trazar nuestro propio camino, si en última instancia estamos solos, ¿qué debemos hacer para dotar de sentido nuestra vida?
En los próximos artículos nos sumergiremos en cada una de estas tribulaciones. Veremos cómo pueden condicionarnos, sin ser conscientes siquiera de ello, y señalaremos algunos caminos conducen al conocimiento reflexivo.
Publicado en Diario de Almería el 16/03/21
- Publicado en Artículos en prensa, General