El sentido del sufrimiento (II)
Existen ciertas claves que nos permitirán trascender el sufrimiento y dotarlo de sentido.
“El paciente sólo se desespera cuando ya no encuentra ningún sentido en medio de su dolencia”. Así conceptualizaba Frankl el abismo de una angustia sin elaborar. Nietzsche, otro gran exaltador del dolor como herramienta de desarrollo personal, afirmaba que el hombre soportaba casi todo si encontraba un buen motivo para ello.
De manera didáctica, atendiendo a criterios filosófico existenciales, podríamos dividir al ser humano en tres estratos o dimensiones: el biológico, el psicológico y el espiritual. En cada uno de ellos actúa una instancia: organismo, yo y persona respectivamente. El sufrimiento golpea, en primera instancia, al organismo y al yo. Sentimos cómo nuestro cuerpo se resiente traduciéndose en síntomas como ansiedad, insomnio o falta de apetito. Igualmente vemos cómo nuestra psique se ve sometida a una elevada tensión. Negamos que tal cosa nos esté sucediendo, lo vivimos “como una película” o incluso nos rebelamos con un mecanismo un tanto retorcido que sólo aporta dolor adicional: “¿por qué me está sucediendo esto a mí?”. Mientras manejemos el sufrimiento en esos dos niveles poco podremos avanzar o resolver. Aún queda lejos dotarlo de un sentido que nos permita aceptar con serenidad y crecer.
Si la vivencia de sufrimiento penetra hacia el estrato más profundo es cuando el hombre, en su vertiente metafísica o religiosa podrá ejecutar la gran transformación. El sufrimiento convertido en un valor supremo, piedra angular del salto trascendente a un nivel espiritual donde ser más dueños de nosotros mismos. Si se fijan, resulta algo parecido al viejo sueño alquímico que perseguía transformar el plomo en oro. ¿Sería aquello una metáfora de lo que hoy planteamos?
Existen ciertos valores que pueden sernos de utilidad en nuestra íntima búsqueda del sentido. Comenzaría señalando a la dignidad como uno de los más importantes. Podemos llegar a estar despojados de todo pero conservar una dignidad que nos mantenga firmes. Algo parecido sucede con la libertad interior, que resulta indestructible si la hemos cimentado bien. Y caben señalar también, como ingredientes esenciales de nuestra búsqueda, la autonomía, la responsabilidad y la independencia de la persona respecto a su mundo y su destino.Así nos encontramos ante ciertas claves que permitirían, íntimamente, resolver la gran ecuación existencial: el sentido es igual al sufrimiento vivido con una correcta actitud.
Publicado en Diario de Almería el 19/10/21
- Publicado en Artículos en prensa, Salud Mental y actualidad
Efímeras perseidas
Vivimos rumiando historias viejas y aguardando días mejores pero sin la capacidad de ser dueños de nuestro ahora.
Deberíamos aprovechar estas noches, si no lo hemos hecho ya, para disfrutar de un fenómeno interesante. Las perseidas, o lágrimas de San Lorenzo, se citan anualmente con la humanidad no sólo para abrumarnos con los enigmas del cosmos si no para recordarnos lo breve que se muestra nuestra existencia. Las estrellas fugaces interpretan en el cielo nuestro vodevil existencial en la tierra; ese momento que se va para no regresar.
“Parece mentira que haya pasado tanto tiempo, ¡pero si lo recuerdo como si fuera ayer!” Es seguro que esta frase les suena. Un mal que afecta a la salud mental occidental es la incapacidad de detenernos, disfrutar e interiorizar lo efímero. El vertiginoso ritmo al que nos somete la vorágine diaria hace que vivamos ansiando el momento venidero dejando escapar un presente que en breve será polvo y recuerdo. Es frecuente observar en las consultas la ansiedad anticipatoria, producto de un exceso de preocupación por el futuro. O bien la melancolía, una suerte de regodeo en nuestras reminiscencias pretéritas. Sin embargo es del todo inusual que alguien pida ayuda por sentir que el momento se le escapa entre los dedos. El instante pareciera importar tan poco que ni causa patología.
Detenernos en lo único verdaderamente real, nuestro aquí y ahora, debería ser una prescripción terapéutica generalizada, una asignatura obligatoria y un hobby mayoritario. Intentamos poner a la tecnología de nuestra parte, haciendo fotos y vídeos que congelan el recuerdo. Pero observen que cuanto más tiempo transcurre más ajenos nos resultan tanto nuestra propia apariencia como la forma de conducirnos en esos tiempos.
Porque al final andamos rumiando historias viejas y aguardando días mejores pero carecemos de la capacidad de ser dueños de nuestro presente.
Sería un bonito homenaje a nuestras vidas escoger esta noche un lugar apartado, tumbarnos a contemplar el firmamento y acariciar, durante menos de un segundo, algunas de esas lágrimas que caen para inmediatamente desaparecer. Una mota de polvo que es, brilla un instante efímero y deja de ser. ¿Les suena? De todas formas también les diré que este asunto, como todos, tampoco ha de convertirse en una obsesión. A la postre hasta el propio San Lorenzo, mientras los romanos lo martirizaban asándolo en una parrilla gigante, se permitió entre lágrima y lágrima un poco de guasa: “Denme la vuelta que por este lado ya estoy hecho”.
Fernando Collado Rueda
Psiquiatra
Fernando Collado Rueda
Publicado en Diario de Almería el 11/08/2020
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