
Porque no siempre triunfa lo sesudo; en ocasiones basta sólo con hacer lo que te sale.
Corría el año 1812. Napoleón se paseaba por Europa y Egipto conquistando casi a su antojo. En España fulanos malencarados le hacían a su hermano la vida imposible. La guerra de guerrillas la perfeccionamos aquí, a la sombra de un olivo y practicando anatomía navaja en mano. A toro pasado, visto los que vinieron después, más nos hubiera valido dejarnos afrancesar un poquito más, aunque esa es otra historia. El caso es que para el “déspota ilustrado” el trastazo de Waterloo y el pasaporte a Santa Elena aún quedaban lejos.
Y así se plantó el tío en Rusia, seguido de más de medio millón de soldados que, en su mayor parte, confiaban ciegamente en su Petit Caporal. Situados en las afueras de Moscú los franceses se lanzaron al ataque y los rusos respondieron, como ustedes ya saben, pegándole fuego a la ciudad. Esto, claro, caldeó los ánimos más de la cuenta. Con qué cara arrimas la antorcha a casa de los suegros. Y así, con unos franceses creciditos y unos rusos ahumados entró en escena nuestro amigo Mijaíl Kutúzov. Sigue tú con esto, que a nosotros nos da la tos (o la risa), le dijeron. Al bueno de Mijaíl le precedía fama de héroe. Tenía experiencia contra franceses y turcos. Incluso había sido gravemente herido en dos ocasiones. Total que las tropas rusas se sentían ya mejor comandadas y con ganas de marcha. Así que cantando Katalin se metieron en faena. Parece que Napoleón andaba con fiebres esos días y no estaba muy fino pero los rusos tampoco alcanzaron el resultado esperado. Kutúzov, que cuentan que sesteaba mientras le llegaban los despachos desde el frente (el jefe no duerme, piensa), de pronto cambió Diego por digo, o al revés. Vamos que esto me aburre y nos largamos de aquí. Eso sí metiéndole fuego otra vez a lo que pillemos por el camino. Los soldados rusos, andaban un poco perdidos, pero si lo decía su Knyaz (Príncipe) por algo sería. Luego viene el episodio del invierno ruso y los franceses cayendo como moscas, dando diente con diente, pero ese cuento ya se lo saben. Lo que tal vez desconozcan es que dos siglos después hemos sabido que Kutúzov habría recibido, años atrás, sendos balazos en él lóbulo frontal del cerebro; estas lesiones le provocaban un comportamiento errático e impulsivo. La confusa estrategia que modificó el curso de la Historia fue gestada por un tipo que antepuso intuición a razón. ¿Moraleja? Esa pónganla ustedes, no me queda ya espacio.
Fernando Collado Rueda
Psiquiatra
Publicado en Diario de Almería el 16/06/2020