El Pilar de mi vida
De cómo me perdí y me encontraste, me caí y me ayudaste a levantar.
Reconozco que me perdí. En cada cruce tomaba la senda más amarga, en cada bifurcación el camino más oscuro. Andaba a vueltas con mil pensamientos a la vez pero sin ninguna dirección clara. Pactando con el diablo casi olvido lo que estaba en juego; huyendo de todo me alejé sobre todo de mí. Y así nos encontramos. Y, a pesar de todo, me quisiste.
Al poco te convertiste en una guía, en un referente. Tu paciencia me llenó de amor, tu constancia me devolvió la fe. Y así, verso a beso, me levanté y volví a caminar con sentido.
Yo éramos yo y mis circunstancias. Sabemos que no te resultó fácil y no sabes cuánto valoramos el esfuerzo que supuso trascender a la siguiente etapa. Pero lo conseguimos, y compusimos la magia que hace que uno más tres resulte cinco.
En algunas cosas pensamos de modo muy parecido. Otras las vemos de forma completamente diferentes. Pero lo esencial es que todas las compartimos con la mayor honestidad.
A veces nos hacemos reír y otras nos enfadamos pero siempre hay algo por encima de ti y de mí: buscamos el encuentro.
Tu presencia ha enriquecido mi vida. Soy mejor desde que estamos juntos, no tengo duda. Me sirves de inspiración y yo espero ser algo parecido para ti. Cuando fallo me regalas comprensión y en el triunfo me deslizas el oportuno “memento mori”. Reconocemos bien lo que de verdad importa y sabemos dónde está.
Caminamos de la mano y peleamos juntos. Aquello cuanto tenemos a nuestro alrededor lo hemos construido hombro con hombro y por ello es nuestro. Afrontamos las adversidades como uno solo y disfrutamos del bonito equilibrio entre el trabajo en equipo y la sana individuación.
Ya describió el sabio la relatividad del tiempo. Probablemente fuera porque estaba enamorado. Así debió entender como Cronos se estira o encoge a voluntad de un capricho que siempre gira en torno a ti. Si, por ventura, te alejas el mundo dormita, si después te acercas todo vuelve a funcionar.Cuentan que al segundo aniversario lo llaman las bodas de algodón. Representa que la pureza de este y su blancura deben guiar nuestros acciones con el otro. Cuando nos casamos nos entregaron una varilla de cristal (va por ti, amigo mío). Simbolizaba la fuerza, la transparencia y el brillo que deben tener el amor compartido, pero también su misma fragilidad. Cuidémonos recordando los principios de aquella varilla de cristal, querámonos manteniendo la blancura del algodón. Te adoro
Publicado en Diario de Almería el 05/10/21
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El reencuentro
Hay momentos en que corresponde introducir cambios en nuestra vida. Cómo hacerlos es la clave
Hay ocasiones en las que perdemos el norte. Bien porque las circunstancias han cambiado y toca corregir la deriva, bien porque nos damos cuenta de que ese rumbo nunca fue, en realidad, el nuestro. En momentos así nos debemos enfrentar, primero, a un terrible sentimiento de vacío. Al cabo nos irá asediando una suerte de tristeza vital por la pérdida de lo que teníamos. Y ,finalmente, si es que no había aparecido entreverado antes, el miedo, que muerde siempre con fuerza.
Pero este principio de realidad, si somos honestos, nos colocará en la mejor posición posible. Toca hacer cambios ya. Considero importante matizar que cambiar no es sino evolucionar. Implica desarrollarse, caminar de manera ordenada.
Ante un proceso de genuino cambio no caben recetas mágicas, obvio. Cada individuo, según su forma de ser y estar en el mundo, debe reflexionar sus siguientes coordenadas. Pero esta tarea puede facilitarse, catalizarse en verdad, siguiendo tres principios generales que nos han dado autores existenciales de la talla de Frankl o Längle.
El primero de estos es crear. Un jardín, un poema, una pieza de cerámica… En el proceso creativo se ponen en marcha una serie de mecanismos del aparato mental tremendamente sanadores. En numerosas ocasiones el material de desecho psíquico es la base de nuestra creación. Algo así como la transformación del estiércol en nueva vida vegetal.
La segunda recomendación se basa en establecer estrecho contacto con la Naturaleza. Implicarse en actividades que conecten nuestro Yo primigenio con la Madre Tierra nos resultarán muy beneficiosas. A la postre nuestra ropa, nuestros móviles y demás parafernalia son aberraciones de nuestro origen auténtico. Esquivar, siquiera durante un rato, esta deformación evolutiva nos acercará más a nosotros mismos.
En tercer lugar, nos dicen estos autores, se trata de establecer un compromiso trascendente. Este no debe ir necesariamente ligado al plano religioso pero sí al espiritual. Es bueno encontrar una causa con la que implicarnos emocionalmente; esta acabará revelándose como una herramienta útil para trascender de una etapa a otra de nuestra existencia. Sugieren, además, que este pilar tenga un componente altruista. Ayudar sienta fenomenal.
Y si lo anterior les suscita dudas creo que queda todo muy bien resumido en esta sentencia de Nietzsche: “Quién encuentra un por qué vivir puede soportar casi cualquier cómo”.
Publicado en Diario de Almería el 28/09/21
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