Quebrando el silencio
Da miedo preguntar a alguien sobre sus ideas de suicidio. Superar ese temor puede salvar vidas.
Se sentía mal desde hacía meses. El último año había sido un desastre; pareciera que, en todas las manos, le venían mal dadas. A los apuros económicos se le sumaban problemas familiares. Su pareja y ella se gritaban más tiempo del que se escuchaban. Buscando el consuelo rápido había tornado los devaneos ocasionales con la cocaína por visitas diarias al camello de confianza. El consumo de cerveza estaba descontrolado también.
Anímicamente se percibía en un pozo cada vez más hondo. Pero no de agua y negrura sino de angustia y arenas movedizas. Como en esas películas donde gritan al protagonista que no se mueva, que es peor, cada gesto parecía hundirla un poco más. Pero nadie parecía lanzarle la cuerda que necesitaba.
Así, poco a poco, empezó a olvidarse de quién era. El espejo le ofrecía una imagen desvaída. “¿Dónde crees que vas con esa cara de pena?” parecía oír. “Tienes que animarte, hay cosas peores” le decían sus conocidos. Y eso la hacia sentirse más impotente, más fracasada, a mayor distancia de la que fue. Y con todo ello la luz del túnel era cada vez más pequeña.
Una noche la idea empezó a cobrar forma. ¿Qué sentido tenía seguir así?, ¿qué esperanza había de que algo cambiase? Y la muerte adquirió un nuevo sentido. Aunque nunca había querido pensar demasiado en ella siempre había considerado que morir era el colofón de una vida. La última página de un libro íntimo. Ahora, sin embargo, la veía como una salida, una alternativa que ponía fin a tanto sufrimiento, a tanto dolor. Curiosamente, pensar en la muerte, le generaba una sensación ambivalente. Le aterraba pero también calmaba su angustia. Era el final definitivo de todo; de lo malo pero también de lo bueno. Comenzó a pensar cómo lo haría. Eso también la aliviaba. Sentía que, por fin, tenía cierto control sobre su (no) vida. Aquella tarde su hermana vino a visitarla. Nunca habían congeniado demasiado. Ella era diez años mayor y siempre la sintió como una segunda madre pero joven y triunfadora. Dejaba tras de sí una estela que resultaba imposible de emular. Aún así se alegró de verla. Las dos hermanas conversaron un poco. Por fin la mayor se atrevió a preguntarlo. Con voz temblorosa, asiendo la mano de su hermana dijo: “Sé que lo estás pasando muy mal, por eso estoy aquí. Quiero que me digas, por favor, si has pensado en hacerte daño”. Ella, rompiendo a llorar, se abrazó y sintió que aún quedaba esperanza.
Publicado en Diario de Almería el 01/06/21
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Mentes trashumantes
De como la trashumancia encierra la simbología de un mundo que ya no entendemos.
Es habitual que, en determinadas estaciones del año, la televisión nos ofrezca imágenes que hoy destacan por pintorescas. La trashumancia surge debido a la alternancia de recursos disponibles en función del pulso climático e hidrológico de las comarcas. Los pastores trasladan sus rebaños viajando en invierno hacia las dehesas del sur para subir en verano hacia pastizales de altura. Estos desplazamientos se realizan con regularidad temporal matizada por la improvisación adaptativa a los fenómenos circunstanciales.
Es interesante saber que la red de vías pecuarias o cañadas reales fija su diseño original en las primigenias rutas migratorias de los grandes herbívoros de la antigüedad. Así, los primeros cazadores se moverían detrás de rebaños salvajes de ñus y bisontes. Y, evolutivamente, cuando los hombres adquirieron la capacidad del pastoreo continuarían transitando las mismas veredas año tras año.
La dualidad entre dos formas de estar en el mundo (protección u oportunidad) se refleja en relatos bíblicos como el de Caín y Abel. El primero era agricultor, tenía una morada fija y transformaba el paisaje. El segundo, Abel, era por el contrario pastor y vivía adaptándose al medio que habitaba.
Autores como Heidegger han visto en el trashumante un modo pleno de ser. Y si bien no se trata de “echarnos todos al monte”, sí cabe adquirir ciertos elementos para su reflexión ulterior. Para el filósofo se habita en base a una cuaterna esencial: sobre la tierra, bajo el sol, hacia las divinidades y en tanto que mortales. El pastor mira siempre hacia arriba. Calcula la hora según la posición del sol y calibra los efectos del nubarrón venidero. Vive de cara al cielo. Es en esa bóveda, donde todas las culturas han construido su cosmogonía, donde habitan los dioses y donde viajamos cuando dejamos la tierra. Es esta tierra la que pisa, sin los artificios del asfalto; es la tierra que transita y sobre la que duerme. En los lugares donde el cielo y la tierra parecen unirse (rayos) se erige una ermita a Santa Bárbara. En ese devenir por el mundo asola un peligro que te convierte en el más mortal de los semidioses y el más divino de los mortales.Concluiría que en la trashumancia se hace manifiesto el “dejar ser”. No se trata de transformar el medio ni de blindarnos frente a toda inclemencia sino de hacer una lectura constante de las oportunidades naturales y movernos en consecuencia.
Publicado en Diario de Almería el 25/05/21
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A la Policía Local de Almería
Debemos sentirnos orgullosos de la Policía de nuestra ciudad; hacen de Almería un lugar mejor.
La chica llegó, por fin, a la playa. A pesar de ser invierno comenzó a caminar mar adentro. El ocaso recortaba la silueta de la sierra de Gádor sobre los acantilados de Aguadulce. En su interior ella sentía que el misterio de la Santísima Trinidad podría resolverse cuando su cuerpo se uniese con el mar y el sol. Desde el Paseo Marítimo un caminante percibió que algo no iba bien. Fueron ellos quienes llegaron, se lanzaron al agua y la rescataron antes de que muriese ahogada.
Pocas horas después, en la azotea de un edificio cualquiera, la desesperanza atenazaba a un hombre. Su corazón pujaba entre la pulsión de vida y la de muerte. Lanzarse al vacío significaba acabar con todo pero, a la vez, de una manera abrumadoramente definitiva. Esa noche fueron también ellos quienes primero respondieron a la llamada de auxilio de un vecino. Con paciencia y serenidad hicieron ver al hombre la existencia de otras posibilidades.
Recuerdo aquellos dos casos porque yo estaba de guardia y atendí a aquellos pacientes. Aún tengo presente la admirable intervención que la Policía Local de Almería hizo con aquellas dos personas en crisis.
Pensando en aquello una suerte de mantra fue cobrando significado en mi mente :“No todos somos terapeutas pero cualquiera puede ser terapéutico”.
Tiempo después he tenido ocasión de compartir este mensaje con varias promociones de policías locales. Gracias a unos mandos comprometidos con la vocación de servicio la salud mental es hoy parte de los diferentes programas de formación que reciben tanto aspirantes como agentes veteranos. Quisiera contarles que he tenido la fortuna de participar en muchos de estos cursos. Y, aunque se pueden hacer una idea, les diré que este tipo de formación difiere de otras materias. Una práctica de tiro o incluso un curso de RCP ofrece conocimientos técnicos. Pero hablar de suicidio, de enfermedad mental o del abordaje a víctimas de maltrato despierta en el grupo nuestro lado más emocional. Por eso, al término de la formación, percibimos como se ha forjado un vínculo singular, uno que permite saber qué tipo de persona tienes frente a ti. Sirva esta columna para afirmar decididamente que la Policía Local de Almería está repleta de mujeres y hombres que hacen de nuestra ciudad un sitio mejor. Nuestra Policía rebosa de buenas gentes que creen en su trabajo y que cada turno salen a darnos lo mejor que tienen: su humanidad.
Publicado en Diario de Almería el 17/05/21
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