Recomendaciones literarias
El rock contra el acero
Nota a nota el rock, a pesar de estar prohibido, caló en una sociedad soviética que ansiaba transformarse
Ahora que parecen soplar vientos de Guerra Fría y se atisban los jirones de un Telón de Acero que ya creíamos apolillado me han venido a la memoria historias sobre rancios gobernantes que identificaron cierta música como una amenaza.
Corrían los años 50 cuando la amalgama de blues, jazz y rhythm se consolidó en un nuevo género musical: el rock. Personajes de la talla de Little Richard, Elvis o Chuck Berry ponían nerviosos a la burguesía americana. La gerontocracia de los USA aún no había sabido digerir que entre ellos y la generación siguiente había un abismo cultural. El rock representaba el desorden y la anarquía y de nada sirvieron los intentos coercitivos que trataron de diluirlo. El joven americano ansiaba libertad, quería romper con lo establecido y esa música parecía ser una autopista directa. No quedó más remedio que asumirlo e integrarlo como parte de la cultura propia.
Entretanto, al otro lado del Telón de Acero, la juventud tenía inquietudes similares. Y esa mismas melodías parecían catalizar la transformación. A la férrea URSS le resultaba imposible frenar las ondas de radio que cruzaban a través de las fronteras con occidente. Asimismo existía todo un mercado negro de copias de vinilos americanos. El método era curioso. Usaban como soporte viejas radiografías, recortaban un círculo de medidas determinadas y en el centro hacían un pequeño agujero con la brasa de un cigarrillo. Estos discos, llamados “huesos” por razones obvias, se colocaban en artilugios de manufactura casera que permitían grabar los surcos que posteriormente leería la aguja de un tocadiscos. Al final surgía la magia: el rock se colaba en los hogares rusos.
Los americanos, percibiendo su potencial, acabaron usándolo también como arma blanda contra el comunismo. Se procuraron notables esfuerzos en hacer circular esta música por Rusia y sus países satélites. Poco a poco, nota a nota, occidente calaba en la sociedad soviética ante la desesperación de unos dirigentes que sólo sabían prohibir.
El 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín; la URSS agonizaba. Poco después se extinguió para siempre. El rock no acabó con el bloque comunista, por supuesto, pero contribuyó.
La historia de la civilización ha estado marcada por la deplorable tendencia a la censura. Pero como una vez apuntó Ralph W. Emerson (escritor estadounidense):
“Todo libro echado a la hoguera ilumina más el mundo.”
Publicado en Diario de Almería el 03/05/2022
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Mamuts y garbanzos
De como, ya en la prehistoria, aparecieron los bancos, la especulación y las clases sociales.
Situémonos hace más de 50000 años. Imaginen la típica escena de caza que nos ha llegado hasta hoy. Los cazadores de la tribu conseguían un buen mamut con el que alimentar a su gente. Hay que decir que la mayoría de las veces se volvían con las manos vacías y tocaba comer las raíces o caracoles que las mujeres recolectaban a diario. Pero bueno, ese día llegaban triunfantes con más comida de la que podían consumir. Los métodos de conservación aún no estaban descubiertos (ahumado principalmente) así que se siempre había alguien que se devanaba los sesos pensando qué hacer con el sobrante. Y entonces ocurrió. Algún sapiens de mala madre tuvo la idea de convertir el estómago de la tribu vecina en un banco. “Te presto medio mamut para que te lo comas” le dijeron sonrientes a los de al lado. “Pero claro, me lo debes”.
Así empezó a torcerse el buen rollo que había hasta entonces. Porque te podían descalabrar de una pedrada o morirte de mil cosas diferentes pero eras libre y no debías nada a nadie. La irrupción de un sistema de crédito y débito venía a complicar la vida. Debió trascurrir poco tiempo hasta que la usura cobró fuerza. “Me debes el medio mamut mas un ciervo de intereses, a pagar en tres lunas”, ya lo estoy viendo. Y pronto algún listo pensó en dejar de cazar para, a su vez, prestar el ciervo extra a cambio de más intereses
Pero como ustedes saben ahí no acabó la cosa. Unos 10000 años a. C comenzamos a controlar la agricultura. Los garbanzos y las lentejas fueron de los primeros alimentos que aprendimos a cultivar. Y esto supuso dos grandes hitos. El primero mola, el segundo juzguen ustedes. Como no hay guapo que le hinque el diente a un garbanzo recién cosechado nuestros antepasados tuvieron que desarrollar a tope la alfarería y la cocina para condimentar y guisar las nuevas viandas. Pero al aparecer un bien que se podía acumular comenzó a haber personas que tenían mucho y otras poco. Y así, a lo tonto, además de los bancos, que se habían perfeccionado con el paso del tiempo, surgieron las clases sociales, los ricos y los pobres. La especulación, con tipos que controlaban la producción, el almacenamiento y la distribución de los alimentos apareció como por ensalmo.
Y hoy, aunque disimulemos con bitcoins y apps bancarias, en el fondo sigue siendo igual. Los bancos se aprovechan del esfuerzo ajeno y los garbanzos que acumulamos le están faltando a otros.
Publicado en Diario de Almería el 11/01/22
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Que el mal no te confunda
La estrategia habitual de la maldad es esconderse, normalizarse y justificarse. No participemos de ella.
Aguarda agazapado, calculando el momento exacto en el que poder hacer más daño, causar más dolor. En ocasiones se esconde detrás de la mugre, otras se camufla con el lujo. Hay veces que es silencioso, sibilino. Pero también se puede mostrar abierto y confiado, precedido de fanfarrias.
El mal es mal. En todas sus facetas y formas de expresarse, la maldad tiene un único objetivo: tu alma. Se la comerá. Poco a poco o de un bocado te acabará destrozando.
Cuando sucede una violación la víctima no puede ser señalada. Sólo un comentario burlón nos convierte en cómplices chusqueros del maldito violador.
Cuando se usa la inmigración como argumento electoral o herramienta de presión política es, simplemente, una infamia. Habiendo seres humanos que pierden la bolsa y la vida en caravanas de miedo y travesías inciertas no podemos perder el foco. Nadie le quita la paga a nadie. Se mueren en el mar porque en sus países los matan. De una estocada o lentamente, pero los matan. Si alguien banaliza con eso no es de ningún partido, es un indeseable.
Cuando se maltrata a un anciano en una residencia es una aberración no una broma. Cuando se molesta a una persona sin hogar no es una travesura es que estamos criando a un psicópata. Cuando el nene va de chulo y abusón no es porque está en la edad, es porque hemos fracasado como padres.
Si un adulto asesina a unos pequeños no es otra cosa que el mal en su forma más abyecta. Ni por un momento pensemos que “hay que estar enfermo” para hacer algo así. El enfermo sufre, el malvado hace sufrir. Y este no se puede esconder detrás de ningún trastorno mental, de ninguna enajenación. No lo podemos permitir.
Cuentan que el mayor truco del diablo es habernos hecho creer que no existe. Dejando a un lado las creencias particulares me parece una sentencia muy clarificadora. Si normalizamos la maldad y la empleamos como interpretación torticera de la verdad aportamos nuestro ladrillo en la construcción de la Gran Muralla de Miseria que nos rodea. Si permitimos que el malvado se excuse detrás de una enfermedad o le disculpamos porque “sólo es una broma pesada” consentimos y participamos de un acto abominable.
El mal existe, bien lo sabemos, pero no siempre lo vemos con claridad. Cuando se cuela, insidioso, en nuestra vida hay que identificarlo, condenarlo, expulsarlo y combatirlo. Cuando alguien lo enarbola como bandera hay que decidir si estás a su lado o frente a él.
Publicado en Diario de Almería el 15/06/21
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