Tiempos de Garduña
Cuando la ideología se utiliza para servir a los intereses personales el resultado es perverso.
Cuentan algunas crónicas que entre las postrimerías del siglo XIV y los albores del siglo XV nació en Toledo “La Garduña”. A medio camino entre la leyenda y la historia surgió una sociedad secreta, estructurada a semejanza de algunas cofradías religiosas con la vocación última de aliviar del peso del oro a sus legítimos portadores. Desertores, prostitutas, curas expulsados, pobres arrabaleros y en general cualquier desheredado aspiraba a formar parte de este clan. Las pruebas encontradas hasta ahora sugieren que pudieron operar por gran parte del territorio nacional extendiendo su influencia incluso al sur de Italia. Los más aventurados alcanzan a afirmar que la actuales Mafia o Camorra son herederas de la patria Garduña.
Dejando a un lado la curiosidad histórica, que solo avanzo por si ustedes desean profundizar, cabe señalar que este grupo impregnaba sus actuaciones con un halo de profundas convicciones religiosas. Musulmanes y judíos adinerados eran el objetivo principal de sus filibusteros asaltos. No obstante tampoco era infrecuente que si un cristiano contaba con áureo patrimonio acabara recibiendo la visita de estos “garantes de la fe”. Era seguro que el buen cristiano no lo habría sido tanto y algún devaneo hereje acababa justificando el robo y posterior asesinato. La ideología puesta al servicio de los intereses personales. ¿Les resulta familiar, verdad?
Los tiempos que corren no son diferentes a los que ya fueron. Nada nuevo bajo el sol, que reza el Eclesiastés. Interesante y pragmática lectura bíblica, por cierto. Desde siempre han existido sinvergüenzas que han sabido manipular a otros con el fin de obtener pingües beneficios.
El modus operandi siempre es el mismo. El listo en cuestión se rodea de sus fieles más incondicionales. Elaboran un corpus teórico con el que ganar adeptos a la causa. Una especie de decálogo propagandístico que vender a otros que siempre son más idiotas o tienen más hambre. Tenemos muchos ejemplos recientes: “España nos roba”; “los extranjeros nos quitan puestos de trabajo y se llevan nuestras ayudas” o el último “nos roban los votos”. Da igual. Siempre habrá espabilados que vociferen estupideces buscando su propio beneficio. Siempre existirán lerdos que se crean las soflamas y actúen en consecuencia. Y también quedarán sensatos que denuncien las injusticias y actúen con respeto y honor. Que cada cual elija dónde colocarse.
Fernando Collado Rueda
Publicado en Diario de Almeria el 10/11/20
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Héroes (Ray Loriga)
Imaginen un mundo caótico y convulso. Un universo donde las dimensiones se mezclan entre sí como una acuarela regada con aguarrás. Una concatenación de pseudodelirios oníricos, anhelos y deseos frustrados. Así es Héroes de Ray Loriga.
Alfaguara rescata una novela escrita en 1993 e inspirada claramente en la estética de la Beat Generation. Si bien donde Kerouac transmite desasosiego con En el camino, Loriga nos hace ponernos en la piel de un ser desdichado pero tierno.
Con trazo duro y versos descarnados Ray describe el aparato emocional de un adolescente que pierde toda esperanza en el mundo real y se repliega en su cuarto, poblándolo con canciones, recuerdos y colocones de meta.
David Bowie (de quien toma prestado el título del libro), Bob Dylan, Lou Reed o el gran Belushi son algunos de los personajes que el autor desliza en fugaces cameos.
Héroes es una novela especial. Pertenece a ese grupo exclusivo de obras que podrían ser leídas de formas diferentes. Sigamos el orden que sigamos acabaremos llegando al lugar que el autor ha fraguado para nosotros. Algo así como andar por un camino de baldosas amarillas, algunas rotas, otras un poco escondidas, que nos acaban acercando un poco más a nosotros mismos.
Pero no crean que este libro es solo para adolescentes rockeros que piensan que nunca cumplirán los veinte. Tampoco es solo para los que creen que no deberían haber cumplido nunca más de veinte. En absoluto. Esta obra sorprenderá a cualquiera que se atreva a acercarse a ella honestamente. Nos recordará esos momentos en que deseamos huir de todo para refugiarnos en una suerte de hibernación catatónica. Nos enfrentará a los sueños que no alcanzamos e incluso a aquellos que no nos atrevimos ni a imaginar.
Para leer Héroes, entenderlo y llegar hasta el final del viaje es necesario despojarse de las ataduras que impone la narrativa común y estar dispuesto a navegar por una prosa inspirada en el realismo sucio, personajes comunes y vidas como la suya o la mía.Este libro les arrancará una pícara sonrisa en ocasiones, una lágrima en otras. Algunos capítulos les removerán y otros les dejarán confusos. Pero al final, el chico que solo quiere beber cerveza y tener una chica bonita, les acabará poniendo siempre un espejo frente a su alma.
Reseña encargada por la librería Nobel de Almería; publicada el 04/11/2020
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Quitadme el muerto de encima
Nuestra relación con la muerte es poco natural. Nos alejamos de su culto en un vano intento de olvidarla y de que nos olvide.
A pocos días de la fiesta de todos los Santos aún creo estar a tiempo de sugerir una breve reflexión sobre nuestras creencias. La muerte y su veneración ha estado presente en todas las culturas que han poblado este pedazo de roca cósmica desde que los primeros homínidos (Homo Neanderthalensis) comenzaron a enterrar a sus muertos de forma ritual. A la par que los pueblos evolucionaron, el culto a la muerte se fue enriqueciendo con diferentes sistemas teológicos, llenos de dioses que reflejaban lo mejor y peor del ser humano. Y aunque las culturas de origen resultaran muy distintas entre sí al final todas guardaban un hilo conductual común y evidente: la muerte nos atrapa siempre y dejamos este mundo para viajar a otro.
En el mundo católico Todos los Santos. En América Latina el Día de Muertos, fruto del sincretismo entre la religión de los colonizadores y la de los pueblos precolombinos. En Japón el Obon, etc. Pero si una fiesta destaca de entre todas la demás es, sin duda, Halloween. Esta celebración es la “versión Disney” de un arcaico ritual celta. Y aquí nos vamos a detener un poco.
¿Por qué triunfa una fiesta de estas características? La respuesta no está solo en la globalización ni en la potencia imperialista norteamericana. Halloween cuaja porque convierte el culto a la muerte en un baile de máscaras. En lugar de acercarnos a la eternidad, de hacernos plantear cómo estamos viviendo nuestra vida y cómo nos recordarán cuando no estemos, el “truco o trato” sopla las cenizas que seremos para convertirnos en simpáticos vampiros y brujitas. Halloween se burla de la muerte, la simplifica y nos hace olvidarnos de ella.
La muerte ha estado marcadamente presente en la historia de la Humanidad. Enfermedades, hambrunas y guerras eran moneda común antaño. Los pequeños morían de cólicos, los mayores de “miserere”; velábamos nuestros muertos en casa y todos acudíamos al cementerio asiduamente a presentar nuestros respetos. Eso hoy ha cambiado. Pagamos a desconocidos que amortajan nuestros difuntos y dejamos a nuestros hijos jugando a la “Play” si vamos a un velatorio. Queremos quitarnos el muerto de encima lo antes posible.
Un aparato mental sano precisa de un equilibrio entre la pulsión de vida y la de muerte. La ansiedad de hoy es muchas veces la intolerancia a la incertidumbre del mañana. Olvidando a la muerte no lograremos morir más felices si no vivir menos intensamente.
Fernando Collado Rueda
Publicado en Diario de Almería el 03/11/2020
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Caleidoscopio
¿Y si fuera posible agitar nuestra vida para obtener otras imágenes armónicas de nosotros mismos?
Andábamos la otra tarde en la librería de mi amigo Rafa, la Nobel. Una de esas donde aún se respira el amor por los versos y las letras. Paseando por los estantes acabé llamando la atención de una novela. Sí, ella me eligió a mi. Y horas después descubrí que pertenecía a ese grupo especial de obras en las que no importa el orden de lectura de sus capítulos. Por donde quiera que la empieces conseguirás dibujar la cosmogonía que el autor pergreña sólo para ti.
Al poco me acabé preguntando: si un libro ordenado de cualquier manera consigue trasmitir el mismo mensaje ¿qué sucedería si las emociones y pensamientos surgidos a lo largo de nuestro devenir existencial pudiesen ser reordenados de una nueva forma? ¿Obtendríamos la misma impronta en nuestra forma de ser y estar en el mundo o por el contrario surgiría un Yo diferente? No me refiero a la posibilidad de alterar el hilo cronológico de nuestra vida. Aunque fuese posible sería un verdadero lío que después de jubilarnos nos graduásemos en el instituto. O que tras nacer nuestro primer hijo comenzáramos con él en la guardería. Este ejercicio de reflexión plantea la posibilidad de reordenar de un modo distinto los sentimientos, emociones y pensamientos que han emergido a lo largo de nuestra vida. Vivir con despreocupación lo que en su momento fue angustiante o entristecerse cuando tocaba reír.
Así, en apariencia, pudiera resultar una solemne tontería pero si les apetece dedíquenle unos segundos a este delirio mío. Desde un punto de vista clínico es importante que la emoción sea congruente con el evento que la causa, por supuesto. Pero abstrayéndonos de vacuas observaciones de psiquiatra barato es evidente que lo que verdaderamente marca el ritmo de nuestra vida son los hechos en sí mismos. La emoción que lo acompaña es el adorno con que lo vestimos o (peor aún) lo disfrazamos. Si desordenáramos nuestro hilo cronológico obtendríamos un imposible. Agitando, no obstante, el caleidoscopio de nuestras emociones tendríamos algunas versiones disonantes de nuestra vida pero otras, en cambio, serían variantes más livianas y sanas de nuestro ser.
Si me han seguido hasta aquí les reconoceré que no siempre es fácil regular nuestra emoción. Pero no en vano nos recuerda Séneca que “nada necesita menos esfuerzo que estar triste”.
Y todo esto es para contarles que aunque esa novela me eligió a mí yo siempre podré elegir cómo leerla.
Fernando Collado Rueda
Publicado en Diario de Almería el 27/10/2020
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